Ante todo expreso mis mayores
deseos porque se encuentren muy bien y puedan hacer el espacio y el tiempo para
disfrutar un feliz fin de semana con sus seres queridos.
En esta nueva entrada, voy a
compartir mis reflexiones acerca de la importancia de las normas de convivencia
en el aula.
Considero que
antes de adentrarnos en la revisión y/o construcción de estrategias basadas en
la promoción de la lectura para la enseñanza de los valores, establecido como
el propósito fundamental de este blog, es pertinente reflexionar acerca de la importancia que reviste
la construcción de normas o acuerdos para la convivencia pacífica en el aula,
lo que nos permitirá establecer las pautas de comportamiento aceptables en los
niños y niñas, para que todas las actividades programadas se puedan desarrollar
en un clima de armonía.
Para tener claro lo
antes expresado, hemos de internalizar que la enseñanza de las habilidades
sociales a los niños y niñas es una competencia y responsabilidad clara de la
escuela como institución, junto a la familia y en coordinación con ella. La
escuela es una importante institución de socialización proveedora de
comportamientos y actitudes sociales; y el aula, es el contexto social en el
que los niños pasan gran parte de su tiempo relacionándose entre sí y con los
adultos, de forma que se convierte en uno de los entornos más relevantes para
su desarrollo social y, por tanto, para potenciar y enseñar habilidades
sociales.
Al hablar de habilidades
sociales, me refiero a un conjunto de conductas aprendidas, completamente de
acuerdo con la definición que aporta Monjas (1998), quien se refiere a ellas
como “un conjunto de competencias conductuales que posibilitan que el niño
mantenga relaciones sociales positivas con los otros y que afronte, de modo
efectivo y adaptativo, las demandas de su entorno social, aspectos estos que
contribuyen significativamente, por una parte, a la aceptación por los
compañeros y, por otra, al adecuado ajuste y adaptación social” (pág. 19)[1].
Algunos ejemplos señalados por la autora antes mencionada: hacer una petición
de forma adecuada, empleando el término “por favor…”, responder a un saludo,
resolver un conflicto con un compañero/a por vías pacíficas, ponerte en el
lugar de otra persona, expresar
sentimientos y emociones, decir cosas agradables y positivas a los demás, entre
otras.
Siendo que el aprendizaje de
habilidades para la interacción social, está contemplado en el Área de
Aprendizaje: Formación Personal y social, en el Currículo de Educación Inicial
(Venezuela, 2005), imagino que también está previsto en los Currículos de la
mayoría de los países; de allí que se han de enseñar directa y
sistemáticamente, lo que implica dedicarles un tiempo en el horario y diseñar
estrategias didácticas para la consecución de los objetivos propuestos.
Una de las estrategias
pertinentes para favorecer este aprendizaje (habilidades para la interacción
social) en los niños y niñas, está relacionada con la elaboración de las normas
de convivencia. Al respecto, es preciso
señalar que las normas son reglas de conductas que imponen un
determinado modo de obrar. Estas pueden ser establecidas desde el propio
individuo que se las auto impone, y en este caso son llamadas normas
autónomas, como sucede con las éticas o morales; por ejemplo, el adolescente formula
principios morales generales y los afirma de un modo autónomo frente a las
normas exteriores. El respeto a estas últimas se realiza de un modo personal.
También, tenemos las que son fijadas independientemente del
sujeto que las cumple, son llamadas normas heterónomas, y pueden ser los
usos y costumbres, establecidos por la sociedad por su repetición continua, con
la consecuencia que quienes no las cumplen pueden recibir el rechazo del cuerpo
social que integran. Las normas dejan de ser vistas como cosas reales que
tienen su origen en una autoridad absoluta y exterior -los adultos- y comienzan
a basarse en el respeto mutuo entre los compañeros de juego, los iguales. De
aquí surge la noción de la convencionalidad de las normas o reglas de los
juegos, que son vistas como productos de acuerdos entre los jugadores. Surgen
sentimientos morales como la honestidad -necesaria para que los juegos
funcionen- y la justicia. Este aspecto es afín a la postura de Piaget, quien
estableció varias etapas de desarrollo moral, a través de la cual de manera
simple: busca entender la moralidad de adentro hacia afuera, como entendimiento
del sujeto que luego se expresa en sus actitudes.[2]
En el ámbito educativo, las normas de convivencia se conciben
como una herramienta pedagógica para crear un clima de confianza, respeto, no
discriminación y dignidad entre todas las personas que integran la institución
educativa. Busca establecer pautas de comportamiento o reglas claras y
mecanismos efectivos para resolver los conflictos de forma pacífica y mejorar
las relaciones entre los niños, niñas y adolescentes. Las mismas, han de ser precisas y coherentes, y se
aplican a todos según unos principios previamente aceptados. Por ello es
preciso que las niñas, niños y jóvenes participen en la elaboración de esas
normas, a manera de un reglamento sencillo por el que regirán su comportamiento
en el aula y en la escuela; deberán tomar en cuenta que las reglas que incluyan
deben ser: justas, fáciles de comprender, acordes con lo que se pretende,
posibles de cumplir y, que no choquen con otras normas o con los valores de la
escuela o de la sociedad.
Para
establecer dichas normas y construir patrones de comportamiento es necesario
generar el interés en los integrantes del grupo. Es importante crear un clima
armónico y propiciar conversaciones con el grupo de niños y niñas acerca de lo
que entienden como Paz y/o convivencia pacífica. Hacer lecturas acerca del
tema; invitar a los niños y niñas a compartir sus ideas y reflexiones acerca
del tema. En ese marco los acuerdos de
convivencia se discuten, se aprueban, se escriben y colocan en un lugar
visible del aula, con todas las firmas de niñas, niños y jóvenes participantes,
para que puedan recordarlos y, para revisarlos cuando se requiera.
Resulta
significativo que los padres y representantes también participen en la
construcción de estas normas. Para ello, las docentes pueden realizar encuestas
o entrevistas referidas a conceptos de “normas de convivencia” para que los
niños las apliquen en sus hogares, luego en la escuela realizar conversatorios
con los niños sobre las opiniones que manifestaron los padres, e invitar a los
padres a la escuela, para que compartan con los niños y niñas sus impresiones
acerca de las mismas.
Una
vez que los acuerdos del aula, o normas de convivencia, sean construidos,
escritos y analizados por todos los actores involucrados, las docentes deben
elaborar el Cartel o afiche con esas normas y ubicarlos en un lugar visible: Quiero
resaltar que las mismas deben estar acompañadas de un proceso pedagógico continuo
y permanente, que favorezca en los niños y niñas la formación de actitudes y
conductas que los conduzcan a internalizarlas como un hábito, para que sean
aplicadas por todos en cualquier espacio
y circunstancia. Así mismo, deben ser compartidos con los padres y
representantes para que se le dé continuidad en el hogar. Se sugiere elaborar con los niños una revista
infantil para publicarlos. También se puede elaborar con los niños tarjetas de
presentación con las normas y enviar a los hogares. Los niños deben ser en todo
momento los protagonistas de estas acciones; claro está, que necesitamos de
docentes muy creativos e innovadores, además comprometidos con la dedicada
tarea de formar valores para la vida.
Es
importante destacar que en la dinámica que se genera para la construcción e
implementación de las normas de convivencia en el aula de clases, el Docente
del Nivel Inicial debe buscar siempre nuevas alternativas de enseñanza o
metodologías que pueda proponer ante su grupo de niños, atendiendo sus
capacidades, necesidades e intereses para contribuir con su desarrollo y
aprendizaje; así mismo, debe mantener una actitud de amplio criterio, capaz de
interpretar la realidad circundante, capaz de crear y ofrecer al niño y la niña
un ambiente armónico para su desarrollo integral y aprendizajes, en un clima de
libertad.
Una vez creadas las normas, se deben establecer protocolos o pautas de
actuación ante las diversas situaciones y/o problemas de convivencia que se
presenten en el aula. (Para que exista equidad y constancia a la hora de
resolver situaciones similares).
Gracias por su atención, hasta un nuevo encuentro...
Xiomara Hernández
28 de Marzo de 2014
Xiomara Hernández
28 de Marzo de 2014
[1] Documento
completo: Las Habilidades Sociales en el Currículo, en http://213.0.8.18/portal/Educantabria/RECURSOS/Materiales/Biblinter/HABILIDADES.pdf
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